¿Podría ser el consumo colaborativo una amenaza al canal tradicional?
El consumo colaborativo no sólo representa un cambio en la forma de consumir, sino que llega con nuevas ideas sobre sostenibilidad y sobre vivir compartiendo. No está de más conocerlo, para hacerle frente desde el canal.
¿A qué nos referimos con consumo colaborativo?
El consumismo de forma masiva es la base económica de los países llamados desarrollados, sin excepción. Puede que, a causa de la crisis económica y de sus consecuencias (o puede que no), muchas personas de las economías ya desarrolladas han buscado nuevas formas de consumo hasta llegar a una tendencia que está creciendo poco a poco, aunque sin pausa, y que se ha bautizado como consumo colaborativo o economía del compartir.
Es un movimiento aún relativamente pequeño, pero las empresas tradicionales del canal de distribución no deberían perderlo de vista en el futuro. Hay expertos que predicen que en pocos años, los ciudadanos darán menos importancia a lo material y más al ‘compartir’ y que eso traerá consecuencias en el gasto, tal y como lo hemos visto hasta ahora.
Ya hemos visto a negocios tradicionales como hostales, taxis o compañías de autobuses protestar por la competencia que les ha surgido de esta forma. Y en el futuro, los negocios de otros mercados podrían verse igual de amenazados. Por tanto, mejor conocer la realidad y ver si hay algo que hacer para adaptarse. En diciembre, apareció un libro en escena, iDisrupted, que explicaba que, a causa de la “economía del compartir” para 2024 se reducirá el número de productos que poseemos y las redes sociales ayudarán permitiendo que los ciudadanos puedan compartir productos como automóviles o herramientas eléctricas con sus vecinos., tal y como se hizo eco ChannelBiz.
Con consumo colaborativo nos referimos a volver un poco a nuestros orígenes, a esos años de escasez, en los que se compartían los utensilios con los vecinos, la ropa se heredaba de hermano a hermano, y hasta las madres de familia se apostaban en un lado de la carretera y asaltaban al primer coche que veían (no tantos en aquel tiempo), para que las llevara a hacer sus recados. Pues la tendencia actual es parecida, pero adaptada a la vida moderna, y con muchas plataformas de Internet creadas por emprendedores de por medio.
Al mismo tiempo, mientras estas proliferan, los ciudadanos van ganando confianza en este nuevo método de consumo y las empresas han ido añadiendo nuevos sistemas para que el intercambio se produzca de una forma realmente segura.
Cuando hablamos de consumo colaborativo hablamos de que, gracias a compartir, los ciudadanos gastan menos, ahorran o directamente no gastan. Y a los productos se les da más uso. Podemos referirnos al intercambio o trueque de productos que ya no queremos, de nuestro tiempo o de nuestras habilidades. Podemos hablar del alquiler de productos caros, del uso de estos entre varios vecinos, de la venta de objetos de segunda mano. O de intercambiar casa, compartir un viaje en automóvil y los gastos que esto supone. Incluso de usar una moneda de cambio que sea imaginaria, que no sea dinero real y un favor sirva para recibir otro de vuelta. Hay infinidad de ideas que han surgido en los últimos años dentro del campo del consumo colaborativo.
ChannelBiz ha hablado con los responsables de varias plataformas que nos cuentan sus impresiones sobre la evolución del consumo colaborativo en los próximos años, y sobre las consecuencias que este movimiento podría tener en el canal de distribución tradicional.
¿Qué tipo de personas usan esta forma de consumo?
Mientras que, hasta hace pocos años, las personas que recurrían a la compra de segunda mano o al intercambio de productos podrían ser personas que requerían ahorrar por necesidad, en la actualidad se ve un gran movimiento de personas más concienciadas con el medio ambiente, con el sistema consumista actual y con la necesidad de usar un producto durante más tiempo para respetar los recursos, como muchos teóricos han indicado… Aunque, por supuesto, que no todos los usuarios entran dentro de este perfil.
Lucie Boyle, miembro del equipo de Streetbank, una plataforma que permite el intercambio de objetos y habilidades entre vecinos de un mismo barrios, explica que esta herramienta cuenta con “todo tipo de usuarios, pero los más activos son aquellos que están interesados en la construcción de la comunidad, los que tienen valores fuertes (que protegen el medio ambiente o se muestran contra el consumismo), y los que saben lo bien que se puede sentir a ayudar a los demás”.
Desde el equipo de Pikeando, una página web que permite a usuarios vender muebles usados de la marca Ikea, explican que los usuarios que más llegan a su página destacan por ser “gente acostumbrada al cambio constante (cambio de trabajo, de lugar de residencia, …) y, por otro lado, gente que no le da tanta importancia a lo material”.
Carlos Merodio, responsabe de marketing de Relendo explica que “actualmente tenemos usuarios de diferentes perfiles, aunque los que mas abundan en nuestra plataforma son personas jóvenes (entre 18 y 35 años) conocedores del consumo colaborativo en otros sectores (como transporte y turismo) y concienciados con el consumo responsable, el medioambiente, etc”. Relendo tiene como objetivo dar solución al problema de tener que desembolsar una cantidad de dinero elevada para comprar ciertos productos que se utilizan de forma estacional o en muy contadas ocasiones. Para ello, se ofrece la posibilidad de alquilarlos a particulares, sólo cuando los necesitan, por una pequeña compensación económica. Muchos de los intercambios que se producen son de productos tecnológicos.
¿Es realmente esto una revolución a la forma de consumo?
Al tratarse de un movimiento tan nuevo, no hay mucha información aún sobre la concienciación de los ciudadanos con este nuevo sistema de consumo que se les ofrece. Pero, como decíamos anteriormente, no hay que olvidar que ciertos sectores como la hostelería o el transporte no supieron prever lo que llegaba. Y que esto podría pasarle a otros sectores. Como en muchas otras ocasiones cuando hablamos del avance de la tecnología, la regulación y las leyes van por detrás de las novedades que los emprendedores sacan al mercado. De hecho, el vacío legal en el que están inmersos estos servicios ha llevado a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia española a plantear una consulta de cara a una posible regulación.
Dice Carlota Urbano, responsable de comunicación en Lamasmona, una web que permite a mujeres alquilar a otras usuarioas ropa de lujo para eventos concretos, que considera que “la gente todavía no es consciente de la existencia de todas estas prácticas ni de la infinidad de formas que hay de participar. Puede que muchas personas ya hagan ciertas actividades de este mercado como cosa natural, como por ejemplo, compartir coche con un vecino para ir al trabajo, pero no conocen las tecnologías y webs que han surgido en los últimos años que les ayudan a colaborar de una manera más sencilla”. Para Urbano, la revolución de la economía del compartir es solo “cuestión de tiempo”.
Por su parte, Carlos Merodio de Relendo añade que “es una realidad que esta filosofía al promover esta clase de consumo puede dar como consecuencia una reducción del consumo” conocido hasta el momento, puesto que lo que defiende la economía del compartir es “hacernos recordar que las cosas se pueden aprovechar más de lo que pensamos, creando una sociedad más sostenible”.
Esto lleva a que el consumo colaborativo podría no ser solo una forma de ahorro, sino que llegaría a educar a los usuarios en un nuevo modelo económico, distinto al consumismo actual, que no se enseña en las escuelas pero que ya es una realidad y que está creciendo. Ya no hablamos de jóvenes antisistema que no quieren consumir de forma masiva, sino que hay estudios que ven a personas más concienciadas con la sostenibilidad, con los dudosos métodos de fabricación de nuevos productos y que prefieren decantarse por nuevos modelos de economía. Y son muchos los autores que defienden esta idea. Además, esto lleva consigo otra nueva idea que muchos ciudadanos se plantean en los países desarrollados económicamente: “si consumo menos, necesitaré menos dinero y, por tanto, puedo dedicarla menos horas al trabajo y tener más tiempo libre”.
Por el momento, las empresas que trabajan en este sector, creen que es temprano, que la sociedad aún no es consciente del cambio, pero sí que ven una revolución en el futuro.
Dice Lucie Boyle desde Streetbank que “aún no está claro si la sociedad entiende todo el potencial del consumo colaborativo. Ha sido un tema popular los últimos dos años, pero también se pierden cuestiones complejas como la confianza, la regulación, o lo que la gente debe pagar cuando comparten un taladro o un coche”. Pero, al mismo tiempo, observamos otra realidad, y es que la gente tiene menos dinero para gastar y los gobiernos tienen menos dinero para los servicios públicos, lo que “significa que la gente cada vez que tenga que ayudarse unos a otros, por lo que el movimiento seguirá difundiéndose”, continúa Boyle.
Y Pikeando va más allá. El equipo de esta empresa cree que hasta ahora la sociedad ha sido educada en un solo estilo de vida, (este tema es ampliamente comentado por los investigadores del mercado del futuro) algo que muchos más comentan. Sin embargo, continúan desde Pikeando, “las consecuencias de todo lo que está pasando ahora se irán viendo, poco a poco, pero es evidente que la forma de consumir, va a cambiar bastante: la gente empieza a cambiar sus hábitos, también en lo referente al consumo, y pensamos que va a ir a más. Van a aparecer nuevas formas y nuevos espacios donde se va a ofertar y demandar un consumo más racional de las cosas”.
¿Cómo hacer frente al consumo colaborativo?
Para las empresas tradicionales del canal, como decíamos, esto puede llegar a tener consecuencias. Es obvio que el grueso de la sociedad no dejará de consumir nuevos productos o servicios, pero puede ser que una parte de ellos prefieran el compartir para ahorrar en dinero y en recursos, lo que llevaría a contar con menos dinero moviéndose en el mercado.
¿Qué hacer como empresa tradicional del canal para adaptarse al nuevo sistema que llega? Pues es difícil saberlo, al ser este un asunto en sus más tempranas fases.
Dice Lucie Boyle desde Streetbank que una de las opciones que se les presenta a las empresas tradicionales es crear productos de mayor calidad, para acercarse más a esos usuarios que quieren dar un buen uso a sus compras. Algo similar proponen desde Relendo:” ¿Se consume menos o se aprovecha más?” y añade que lo que defiende la economía del compartir “no es más que el hacernos recordar que las cosas se pueden aprovechar más de lo que pensamos”, por lo que los productos de calidad, que ofrezcan más años de uso, podría ser la forma de convencer a este nuevo perfil de usuarios a consumir.
Es una idea opuesta al ‘low cost’ que está de moda en la actualidad que comercializa productos muy baratos y de baja calidad o poco tiempo de vida.
Por otro lado, tanto Carlota Urbano desde Lamasmona, como Lucie Boyle de Streeetbank ven que las empresas del canal tradicional también pueden acercarse a esta nueva forma de economía, para convencer a diferentes perfiles de usuarios. Explica Urbano que, para que a empresas de diversos sectores no les suceda lo que a las compañías de transporte con la competencia de BlaBlaCar o Amovens, pueden “analizar su negocio y buscar qué forma pueden abrir una nueva línea colaborativa para unirse a esta tendencia”. Y añade que “todos los sectores pueden participar de una forma u otra, solo hay que ver cuál es la forma y las practicas más adecuadas para cada caso”.
No hablamos de dejar de ser una empresa tradicional del canal, puesto que el grueso de los consumidores seguirá manteniendo la forma actual de consumo, sólo de adaptar una parte del negocio a los cambios. Ya lo dijo Darwin: “el que sobrevive no es el más fuerte ni el más inteligente, sino aquel que mejor se adapta al cambio”.