Una sociedad tecnológicamente colaborativa

Estrategia de Canal

Christian Smith, presidente y fundador de TrackR, analiza en este artículo el potencial transformativo del pensamiento colaborativo.

Herramientas como la geolocalización, la conectividad o los sensores inteligentes están modificando los hábitos de gran parte de la población mundial. En muchos casos el concepto de conectividad se reduce a las relaciones interpersonales, pero si ampliamos el foco y miramos desde la perspectiva de las empresas, este hecho ha supuesto un cambio muy significativo a la hora de diseñar una estrategia para la relación con el usuario.

La comunicación entre la compañía y el usuario ya no es individualizada, sino que también busca ampliar horizontes haciendo que todos los usuarios se integren dentro de una comunidad. Esto no sólo ha generado un cambio en el modelo de relación con el usuario, sino que la propia sociedad se ha visto sumergida en un proceso de cambio cultural, por lo que cada vez es más frecuente oír hablar del término consumo colaborativo.

La economía colaborativa es un concepto que surge de las posibilidades que brindan los canales digitales para compartir, encontrar y ofrecer bienes entre usuarios. Todas estas iniciativas tienen un objetivo común, reducir costes. Algunos de los ejemplos más conocidos son aplicaciones como BlaBlaCar, Airbnb, Uber o Wallapop, que sin duda han revolucionado el mercado.

Este concepto se puede definir, de manera más sencilla, como la interacción entre sujetos a través de medios digitalizados para satisfacer una necesidad. Por tanto, estamos ante un modelo que sigue un patrón: acceder, conectar, compartir y colaborar.

El usuario, por tanto, tiene la posibilidad de sumergirse dentro de una comunidad en la que no sólo vive una experiencia de forma individual, sino que tiene acceso también a la experiencia y contenido del resto de personas. Una vez dentro, tanto empresas como clientes buscan estrechar lazos y fortalecer el sentimiento de pertenencia a la comunidad, y esto no se puede alcanzar sin compartir la experiencia y contenidos entre sí.

Conectar usuarios y formar una comunidad no tiene sentido si no existe interacción entre los mismos, por lo que compartir se convierte en una acción necesaria para el desarrollo de la sociedad del consumo colaborativo. De hecho, la posibilidad de compartir contenido está tan arraigada en la sociedad y en las compañías, que a día de hoy es impensable entender los conceptos de página web o aplicación sin un apartado en el que los usuarios puedan compartir su experiencia, haciéndola visible tanto al resto de los partícipes de la comunidad como a los rectores del servicio.

Esta es la idea originaria de los dispositivos de geolocalización que funcionan a través de GPS colaborativo. Distribuir el conocimiento centralizado de la compañía en redes de individuos que forman comunidades con el fin de posibilitar el acceso a sus bienes personales. Para ello, es necesario redefinir y entender el nuevo paradigma que se presenta ante todos, es decir, comprender el inmenso potencial transformativo del pensamiento colaborativo. En otras palabas, pasar del estilo de vida basado en “somos lo que tenemos” para convertirnos en “somos lo que compartimos”.

Por tanto, a pesar de que todo transcurre por medios tecnológicos, el consumo colaborativo parece tener una cara muy humana, ya que acceder, conectar y compartir son, en el fondo, sinónimos de colaborar. Buscar y ofrecer forma parte del genoma del ser humano. Por ello, la tecnología sin emoción, sin esa parte que sólo los humanos podemos aportar, no tiene fin ni recorrido. Sobre todo si tenemos en cuenta que el desarrollo tecnológico tiene como objetivo fundamental mejorar y simplificar la vida humana.

TrackR Founders
En la foto los dos fundadores de la compañía TrackR, Chris Smith (autor de la tribuna, a la izquierda) y Chris Herbert (derecha).

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